El consultorio tenía una constante concurrencia de pacientes. Estaba
embebido por lúgubres atisbos de rayos de sol que atravesaban los vidrios de la
puerta de ingreso. Era sumamente sombrío.
Allí, muchas veces, la espera era sin tiempo y los ánimos se
tornaban poco favorables, hasta el punto de la saturación emocional.
El
profesional que atendía, curiosamente podía confundirse con una persona común,
pues no usaba el característico delantal. De apariencia apacible y carácter grácil
y amable, lograba disipar las nubes de la impaciencia que solía haber en la
sala de espera.
Aquel
día, había tenido una seguidilla de quejas, gritos, enfados, y no estaba en
condiciones de seguir escuchándolos. Para terminar esa jornada de trabajo le quedaba una paciente con la que había tenido un enfrentamiento verbal pocos
días atrás. Ella necesitaba una ecografía urgente y ese era el único lugar
dónde podía acudir. Se acostó en la camilla, y como es habitual el médico le
puso el gel para realizar el estudio. En ese instante, lo llamaron por teléfono
y debió salir de allí un momento. Ella, mientras esperaba, decidió encender un
cigarrillo para saciar sus ansias de nicotina. Sin pensarlo apoyó el encendedor
sobre su vientre y al accionarlo el fuego se esparció rápidamente, cuerpo,
sábanas, almohada, todo era un averno. Las quemaduras que sufrió, quedaron tan
enigmáticas, como su deceso.
Graciela Fioretti /
Jyosti
11/07/2012
**Tks H.B**
**Obra registrada**
1 comentario:
Se le terminaron las ganas de fumar. Un final muy trágico e inesperado. Amiga, tienes mano para toda clase de registros. Felicidades y un beso.
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