Tenían
apenas diecisiete años y estaban abordados por la enorme sensación de que en su intenso amor prevalecía la supremacía de sus existencias.
Se
veían a escondidas porque sus familias tenían una disputa ancestral y eran acérrimos
enemigos. Pero ellos se amaban y estaban dispuestos a no develar su relación
para que no los separaran.
Tanta
pasión los envolvió sin tomar los recaudos establecidos, y antes de darse cuenta
de la realidad, ella quedó embarazada. La noticia sería sumamente explosiva
para sus padres. Se quedaron pensando sobre lo que debían hacer ante semejante
acontecimiento. Pensaron en fugarse, pero no tenían dinero ni trabajo. Todavía
no habían terminado los estudios secundarios. Deberían afrontar lo que viniera,
se abrazaron, lloraron, y entre balbuceos incomprensibles trataron de hilar el
destino de los tres. No estaban preparados para afrontar la crianza de un hijo.
Ella
debió hablar con su madre sin develar el nombre del padre de su hijo. El secreto
seguía latente hasta que llegó el día del parto. El niño era pequeño, tenía
grandes ojos azulados y un cabello oscuro que apenas cubría la parte central de
su cabecita. Decidida a no darlo en adopción, entre sus brazos temblorosos
sostuvo a su hijito, y se quedó mirando a sus padres sin poder esbozar la
verdad. Temía por el presente y mucho más por el futuro.
Al
día siguiente, entró en la habitación el flamante padre adolescente, la abrazó,
levantó con mucho temor a su niño, lo besó y lloró. No estaba preparado para
afrontar la educación de un hijo. Pensó si encontraría un libro que pudiera
leer al respecto, luego comprendió que su padre no había leído ningún libro, y
aunque no era perfecto, él tampoco lo sería. Estaba convencido que el pilar
principal era el amor que le pudiera dar a ambos y se sintió aliviado al cavilar
que tenía mucho para darle a ambos.
Cuando
le dieron el alta, una impensada sorpresa la colmó de alivio. Llamó inmediatamente
a su amado y le dijo –No te preocupes más, ellos sabían sobre nuestra relación
desde el comienzo, y sin desear que fuera madre tan joven, estaban esperanzados
en terminar con esa absurda disputa entre familias. Ahora deberemos mantenernos
más unidos que nunca –con voz quebrada por la emoción terminó la frase- debemos
prometernos que nos amaremos por siempre.
Graciela Fioretti /
Jyosti
10/06/2012
**Obra registrada**
1 comentario:
El amor consigue que muchas batallas lleguen a su fin. Esto se parece a Romeo y Julieta pero con final feliz. Precioso amiga.
besos
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