No sé cómo me decidí a escribirte, pero sí sé, que en el día de la
amistad, mereces una carta.
Repaso una y otra vez nuestra historia, para muchos bastante absurda e
imaginaria, incluyendo a la profesional que debí frecuentar durante años para
no hablarte más, y dejar que mi mente junto con el tiempo te impelieran de mi
lado. Tengo grabado a fuego la frase “los
amigos invisibles no existen”.
Casi adolescente me sentí más confundida que nunca cuando te fuiste;
nadie descubrió lo que supimos sostener hasta que la cuerda se rompió y decidiste
abandonarme.
Tal vez, sea muy tarde para que pueda relatarte todos los sentimientos
que me abordaron desde aquellos años, y hoy no quiero abrumarte con mis remembranzas;
ya tendremos oportunidad de dialogar.
Muchas situaciones acontecieron en mi destino, y no encontré en ninguna
amistad lo que tú me brindabas, eras el amigo en quien podía confiar, estabas a
mi lado las veinticuatro horas del día, me escuchabas y orientabas hacia la mejor
resolución de mis conflictos familiares, escolares, emocionales y por sobre
todo, siempre estuve segura de que tu criterio era mejor que el mío cuando
debía enfrentarme a las diversas situaciones en mi andar.
¡Cuánto te extrañé! Pasaron los años, mi corazón dejó el latido rítmico
y debieron cambiarlo. Seguramente estuviste a mi lado y no me di cuenta. Estaba
convencida de que los sentimientos habitaban en él, pero no es así, porque aún
te quiero como siempre lo hice, y te hago una confesión… todos ellos viven en
el alma.
Me acabo de dispersar, un escalofrío me recorrió la nuca, algo parecido
a la respiración cercana, muy cercana, de alguien. Por un instante te sentí a mi
lado, pero ya no puedo verte como lo hacía en el pasado.
Quiero festejar el día del amigo contigo, es por ello que, mientras se
termina el papel, me despido momentáneamente.
A ti, mi único e inolvidable amigo invisible, debo pedirte que me esperes, estaré llegando antes de lo que imaginas.
Graciela Fioretti
14/07/2013
**Obra registrada**