Se cruzan en nuestro camino no por simple casualidad
y permanecen en nuestras vidas para hacernos felices.
Algunas persisten transitando a nuestro lado sin temores,
viendo pasar el tiempo sin darse cuenta,
pero a otras apenas podemos verlas entre las huellas
que, paso a paso, vamos dejando en el pasado.
A muchas de estas amistades las llamamos amigos del alma,
del corazón, ellos son sinceros y sin máscaras.
Tienen la capacidad para saber cuando estamos bien,
cuando necesitamos una palabra de aliento,
una mano que nos ayude a seguirle el paso al presente
y nos escuchan atentos sin juzgarnos ni despreciarnos.
Esos que nos regalan una sonrisa y la instalan en nuestro rostro
para erradicar toda la tristeza que pueda abrumarnos
por las inesperadas situaciones de la vida.
Amigos cercanos, amigos distantes, amigos de siempre,
amigos de la vida, amigos que nos hacen felices,
amigos que nos hieren con la verdad oculta
para no destruirnos con una mentira.
Los que sumergidos en un gran letargo
son prisioneros del silencio que habla sin palabras.
Como las hojas de una margarita que no quieren caer,
los amigos que se cruzaron maravillosamente
y permanecen a pesar de las tempestades
estarán inmutables para no permitir que continuemos
deshojando la amistad, porque desean perdurar con nosotros.
Los otros, esos que llenos de envidia e intereses personales
no aportaron nada, serán los pétalos que la brisa acarree.
Amistades sin valores que se llevarán mucho de nosotros,
más no sin habernos dejado nada.
Jyosti – Graciela Fioretti
08/11/2011
**Obra registrada**