Era Jueves Santo, y María recibía la noticia de que su esposo
había tenido un accidente fatal mientras arriaba el ganado.
Provenían de fuertes raíces
cristianas, y ella pensó que tal
coincidencia tenía una connotación religiosa. Con el alma desgarrada, se
arrodilló y pidió con toda su alma a Dios, por la resurrección de su amado esposo.
Su profunda fe le hizo albergar la posibilidad de un milagro.
Ante esta terrible
realidad, no tuvo tiempo para procesar su duelo. Con gran fortaleza ante el
incierto futuro que le esperaba, transformó su dolor y lágrimas en un escudo
para proteger a sus trece hijos.
Eran tiempos muy
difíciles, solamente tenían una pequeña casa en medio de la campiña, algunas
vacas lecheras, el resto las había vendido su esposo, unas pocas gallinas
ponedoras de huevos, y un par de
hectáreas para cultivar.
Su hijo mayor, con
apenas dieciséis años, comenzaría a hacerse cargo de todas las tareas de la
granja, aunque estaba acostumbrado a trabajar con su padre, a partir de ahora,
la carga y responsabilidad se habían multiplicado.
María sabía que esta Pascua
no sería fácil de sobrellevar, con su terrible pérdida le dolía el alma pero
tenía que ser más fuerte que nunca.
Para esta fecha, solían
reunirse luego de cenar y ella les contaba la leyenda del “Conejo de Pascua”,
todos la escuchaban con los rostros impregnados de admiración por tal relato, y
vivían esperanzados de encontrar, algún día, los tan deseados huevos de Pascua
que, hasta entonces, nunca habían tenido.
Comenzaba a relatar
con voz pausada y el rostro iluminado por la luz de una vela: “Cuenta la leyenda, que cuando Jesús fue sepultado, luego de haber
sido crucificado, dentro de la cueva había un conejo escondido en un rincón, el
pobre animalito estaba impregnado de susto cuando vio dejar el cuerpo de una
persona. Había mucha gente, todos entraban, lloraban y estaban muy tristes
porque Jesús había muerto.
Cuando todos salieron
del lugar, colocaron una enorme piedra que
cerraba la entrada.
Mientras crecía su
estupor por estar atrapado, pensaba quién era ese Señor, que tantas personas
querían tanto, entonces recordó que alguien de la multitud había pronunciado el
nombre de Jesús.
Luego de un largo
rato, intentó dormirse, ya que, no podía huir, pero de vez en cuando vigilaba el
cuerpo. Así pasaron dos días y dos noches, cuando de repente, Jesús se levantó,
dobló el manto que lo envolvía y salió caminando de esa cueva ¡más vivo que
nunca!
El conejo comprendió
que Jesús era el hijo de Dios, y decidió salir con mucha fortaleza para
informarles a todos que había resucitado, pero como los conejos no saben
hablar, se le ocurrió entregarle a cada persona un huevo pintado, y así ellos entenderían
el mensaje de vida y alegría, y así lo hizo.
Desde entonces,
cuentan la leyenda, que cada noche, antes del Domingo de Pascua, el conejo sale
a dejar huevos de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús
resucitó.”
Sus hijos le pidieron
que la contara nuevamente, pero era muy tarde, todos debían ir a dormir
esperando la Pascua del día siguiente.
Esa noche, se
escucharon pasos casi imperceptibles que rodeaban la casa. Uno de sus hijos
miró por la ventana y les dijo a sus hermanos que había visto algo que saltaba
entre la maleza, ninguno le creyó y siguieron durmiendo. María prefirió no
salir, se quedó con la idea de que sería algún animal salvaje que pasaba por
allí.
A la mañana siguiente,
antes del desayuno, como siempre lo hacían, todos sus hijos salieron a buscar
los huevos al gallinero, repentinamente comenzaron a gritar. Ella no lograba
comprenderlos, por un instante se le heló el corazón, luego salió corriendo,
llamó a cada uno de sus hijos, ellos aparecieron con un huevo pintado y gritaban
-¡Mamá, mamá, el Conejo de Pascua nos ha visitado!-.
María, tomó los
huevos, elevó su rostro al cielo y dijo: -¡Gracias Jesús!, sé que nunca me abandonarás,
estos huevos son una muestra de ello-. Enjugó sus lagrimas con un extremo del
delantal y mientras los abrazaba, les dijo: - Hijos, jamás dejen de creen en
Jesús y sus milagros-.
Graciela Fioretti/ Jyosti
08/04/2012
**Obra registrada**
**Fotografía de Isabel Soriano Botello**
1 comentario:
No he podido reprimir el venir a ver tu relato. Un cuento lleno de esperanza para todo el mundo.
Amiga la imagen pasa desapercibida al lado de tus palabras.
Gracias por estar siempre ahí dando muestras de fortaleza y de Fe.
Un beso.
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