En el silencio de
esa noche sin luz de luna ni estrellas que pudieran enmarcar el episodio; de
rodillas sobre el piso de su habitación, que estaba tan helado como su alma,
esbozaba una oración…”San Valentín, patrono de los enamorados y de todas
aquellas personas que quieren tener una pareja, llega hasta mi ser amado para que
regrese a mí, por favor, ¡escúchame!, lo necesito más que nunca”.
Enraizada en
una ferviente creencia sobre el poder la oración, una semana antes del 14 de
febrero había comenzado a orar.
Desde aquel día ya
no era la misma, luchaba por sostener su sonrisa y disimular ante sus amigos y
familiares cómo la soledad la estaba consumiendo en trazas.
Simplemente, él se
había ido. No hubo ni una sola palabra de despedida, tampoco una nota o una
llamada telefónica. ¡Qué difícil se hacía tratar de interpretar lo había hecho
mal!
Una y otra vez
repasaba como si fuese un libreto, los momentos, las actitudes, la convivencia,
pero nada obtenía. Él no estaba, esa era la realidad que debía afrontar aferraba a la esperanza de su regreso.
En la mañana del
Día de los Enamorados, recibió un ramo de flores con una nota que tenía
escrito: “From Your Valentine".
Entonces entendió que esa frase en
lugar de una despedida era una reconciliación. San Valentín había obrado, una
vez más, milagrosamente.
Graciela Fioretti/Jyosti
11/02/2013
1 comentario:
Una fiel representación de que la esperanza nunca se ha de perder. La oración obra milagros.
besos.
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